

La melancólica historia de Pátzcuaro Campos y el reencuentro con su cabeza
Lunes Regresaba de la oficina, esa que tanto odiaba ya que en la mayor parte del tiempo me aburría, y en ese lugar, no podía irme a la cama a pensar, o irme a tan solo contemplar un árbol o una nube, o irme a hacer aquello que me gustaba tanto. Cerré la puerta, me quité unos zapatos húmedos de sudor y con curiosidad aspire ese amargo y fuerte olor de pie encerrado, de pie caminado, de humano activo; y al voltear, la vi ahí, tirada, justo entre la sala y el comedor. Era mi pro